domingo, 30 de junio de 2013

¡Cuidado con la música! XVIII

¡Cuidado con la música!

Así habló Zaratustra I

Lo primero que habría que decir de este libro fundamental, es que en todo el recorrido del mismo no existe la palabra “música”. Podemos ojear una y otra vez pero no encontraremos la palabra. ¿Acaso no es demasiado extraño esto? Un libro que fue definido como “música”, ¿cómo es posible que no tenga ni una sola referencia a esta palabra?
        Es justamente el movimiento, el cambio, el profundo sedimento de un nuevo pensar. La música está integrada al mismo texto, el mismo texto es música en su poetizar, en su forma, en su modo de presentar ideas, conceptos, etc.; la música de Zaratustra, en principio, está subsumida en el mismo texto.
        Varela lo dice de este modo:

“Ese canto es metafórico y ambiguo. Sus contenidos parecen derivados de una fantasía inexistente, debajo de la cual viajan enmascarados los elementos definitivos del pensamiento de Nietzsche. Así habló Zaratustra es una ficción filosófica: las ideas se mezclan con animales, con moralejas, con cantos y situaciones, algo tan extraño para un filósofo alemán”.

        La filosofía de Así habló Zaratustra viaja en el canto, en la palabra hablada, cantada; la filosofía viaja en la canción, es la canción. Aquí tenemos una de las primeras puntas. Entonces, cada vez que Nietzsche hable de canto en este libro, hay allí la filosofía como música. Porque el hombre es duro en sus oídos, ya que siempre los tiene abiertos a las palabras, y el sentido es lo que más lo sutura en su defensa, pero basta con encontrar la melodía, el canto, la resonancia y la música en la palabra, para que se suspenda todo el sentido, y algo nuevo pueda advenir. No por nada el hombre puso en la boca de esos seres terribles que son las sirenas, esta inmensa posibilidad, siendo además una interpretación de la palabra que viene de una mujer.
Nietzsche anuncia este cambio al finalizar su prólogo, de esta manera:

“cantaré mi canción para los eremitas solitarios o en pareja; y a quien todavía tenga oídos para oír cosas inauditas voy a abrumarle el corazón con mi felicidad”.

 Canto de las sirenas


Si alguien quiere sentir el canto de las sirenas no necesitará meterse en el agua, o quedar varado en el océano, simplemente ponga a una mujer a cantar. Yo tengo a mis preferidas en lo que a voz femenina se refiere, desde ya Ella Fitzgerald, la ineludible Lisa Gerrard, y mi mujer, cuando les canta a la noche a nuestros hijos. Desde la habitación de al lado ese entramado en su voz nos hace viajar a los tres, pero yo sé que esa magia, grabada en la memoria de mis hijos, la trae también a mi lado luego, y nunca comprendo cómo se ha convertido tan rápido en esa mujer que se recorta en el marco de la puerta, con sus piernas firmes, pero todavía con múltiples escamas de color, que no cesan de caerse y brillar por todo el cuarto, y al apagar la luz hacen que la noche y sus estrellas llegue. 

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