domingo, 8 de diciembre de 2013

La última XXXX

     Esta es la última, veo las exis, no es una triple equis, es una cuádruple; siempre me identifiqué con la "x", con el uso de la "x", como Malcolm X supo hacerlo; mi firma cambió hace tiempo y porta una X. Soy un iletrado o un letrado solo de una letra: X.
     En un juego de fin de año mi padre estaba sentado en una silla, sentado al revés, apoyado sobre su respaldo, en el centro de la escena, jugábamos con muchas personas a pasar un enigma, participábamos de un juego enigmáticos personas de distintas edades, decíamos algo, el de al lado inventaba con lo que se había dicho, solo algunos sabían, no sabíamos quienes sabían, pero cada tanto sonaba un "palito", o un "palito palito", cuando llegaron a la "equis" adiviné el juego, el juego era también callarse y que adviniera a cada quien como una revelación. Mi padre siempre fue un maestro en arruinar juegos. Desde el centro de la escena develó el misterio, se terminó el juego, y yo empecé el mio. Me había dado cuenta (castigo de Dios) que la solución del enigma la había sabido desde antes de mi padre, y que encima sabía que no debía nombrarlo. Sabía algo que mi padre no: castigo de Dios. 
    Pero hoy las X son un número, y es el que caprichosamente signa el final (si algo aprendieron de estos post es que no hay final y no hay principio). Hoy acá algo se acaba con ¡Cuidado con la música!
     ¿Cómo decir palabras de final? Simple: hablando del padre. Freud lo supo, Lacan lo supo, Nietzsche lo supo más. Para decir algo que nos lleve a otro lado es necesario hablar del padre, porque el padre es el argumento final de una civilización en decadencia. Lo sabe Gabo Ferro.
     Un 2 de Abril lo real se presentó en una inundación. En una de las zonas impensadas precipitó su mar (Mataderos). Gabo Ferro vive allí, allí vió cómo el agua entraba, cómo se quedaba, cómo se adueñaba de sus cosas. Luego hizo una canción con eso, pero no le puso "2 de Abril", porque sabía que no se hacía nada con una fecha. Le puso el tabú del agua. 


     Luego le puso el cuerpo. En sus recitales a él se le oscurecen los ojos. En cierto momento grita "vamos..." y uno está viendo que él no está con nosotros y sí frente a un diluvio que se lleva a la humanidad. 
     Gabo vivió eso y más. Las cucarachas flotaban con su cuerpo cuando quiso rescatar algo: la música. "La música flota" dice la canción. La música flotaba junto a una descomunal polifonía de insectos que se metían en su cuerpo. La música: los discos del padre, los discos de Gardel.
     Gardel cada día canta mejor, dice el pueblo sabio, porque sabe que el misterio no debe ser develado. Gardel canta mejor no porque sea un ángel, o desde el cielo esté campaneando, sino porque lo escuchamos, lo seguimos escuchando, y cada vez, cada vez, canta, y sigue cantando, y eso es lo mejor.
     Gabo lo dice, lo logra, como cualquier músico. ¡Cuidado con la música que sigue y sigue! Nos acerca a una muerte que hay que atravesar. 
     Hoy cumple años uno de los mejores músicos de mi adolescencia embarrada, el rey, el rey lagarto. Hoy, justo hoy, sin saberlo, elegí detenerme en este ejercicio didáctico de llevar la palabra un poco más allá. Gracias a todos por sus comentarios, halagos, y decadencias. Gracias por estar allí cuando uno está aquí. Vaya mi reconocimiento a mis amados compañeros del Borda, que supieron darle a la filosofía un signo de picaresca alegría. Espero que lo hayan disfrutado. Y que el año que viene disfruten uno de sus frutos: la colección de Música y Psicoanálisis de Letra Viva.
     En vez de decir estúpidamente una y otra vez para despedir al otro "adiós", hoy prefiero el canto de Gabo, y los despido diciendo: "¡Vamos!"       

sábado, 30 de noviembre de 2013

¡Cuidado con la música! XXXIX

Antes del fin

     ¿Qué motivos hay para hablar antes del fin? ¿Cuántas razones volverán tolerable lo que afirmemos, lo que incomodemos, lo que contamos? ¿Cuántas palabras gastará el centímetro cúbico de nuestra mente? ¿Hacia donde va todo cuando algo se acaba? 
   Seguir hablando, a esta altura, es casi un endemoniamiento. Seguir, ¿por qué? ¿Para qué? Las muestras vivas de algo que se fue trenzando está a la vista: hablo solo. ¿Para quién cantaba Zaratustra? ¿En qué se diferenciaba de la simple postura de un neurótico que quisiera modular sus días con monótonos monólogos? 
     Si Nietzsche fue más loco de lo que pudiésemos soportar tal vez eso nos dé un par de respuestas de por qué seguimos insistiendo en que la locura es lo más. 
     Pobres los hombres que sólo disfrutan de su persistencia; no se han inventado suficientes guerras. La música los condena a una sensibilidad bastante suicida. Nietzsche tenía razón, sin la música la vida sería un error. Sin la música el error no sería vida. Sin música la horrorosa vida no sería soportable. Sin el gozo de la música la mitad de nuestras crisis quedarían flotando en la nube más densa de la peor angustia.
       La música es un antídoto barato.
     Sin música la vida sería un error, pero... ¿se puede vivir sin música? Hay algún reducto que no haya sido colonizado por la música. ¡Cuidado con la música!, ella te espera en el ascensor de un shopping del que no te puedes bajar, te espera en la ruta de un micro, te espera en el sonido muerto de un accidente automovilístico, está presente como una bolsa de plomo en los alto parlantes de un campo de exterminio. 
     ¡Cuidado con la música! Muere con el día que traza tus horas, peor que la voz simplista y simbólica de Dios, te deja indecifrado en el final de tu días. 
    El bandoneon fue inventado para ir acompañando al muerto, por eso los dos ganchitos en el fuelle. Ningún bandoneon abandona esa tradición de acompañar a los muertos con música. ¡Cuidado con la música! Los dioses nunca se han privado de ella, porque los dioses saben, la música no se detiene jamás.
    ¿Qué música del cielo? ¿Qué música del paraíso? ¿Pajaritos y angelitos? ¿Palabritas? ¿Y en el infierno? ¿Heavy metal? ¿Una calecita?
     ¡Cuidado con la música! porque cuando la palabra yace, el sonido perdura en tus oídos. Entonces sabrás triste mortal, que tu cuerpo está moldeado con las ondas de un viento que te ha nutrido tanto como el agua que circula por tu cuerpo, algunos llaman a eso sangre, otros espíritu. Otros, simplemente no los llaman, temen que se presenten, sólo disfrutan de unos acordes, de pocas armonías, de tempo al tempo.    

sábado, 23 de noviembre de 2013

¡Cuidado con la música! XXXVIII

Sócrates, ocúpate de la música

El tema de Sócrates toca para Lacan dos puntos cruciales: el amor, el discurso.
Dentro de la amplia variedad que podría desarrollar en el tema del amor, desde el amor sabio, el amor divino, el amor griego, tenemos un punto donde eso que lo subsume, la imagen, el ideal, la encarnación de la imagen del sujeto también, por el bien del concepto, de la articulación significante, se rompe gracias a esos puntos cruciales: el amor y el discurso.
No hay solo el amor eterno, como tampoco hay solo del ama al prójimo como a ti mismo (en otro momento destaqué el profundo engaño que esta forma de amor prodigaba, y que Nietzsche no se cansaba en denunciar).
Lacan, amigo de Nietzsche en el Seminario 8 La transferencia, comenta el uso de la palabra de Sócrates como un Así hablaba Sócrates (lo dice así, no es chiste, o tal vez sí). ¿Cómo hablaba entonces?

“De él se transmite una fuerza que subleva a quienes se le acercan (…) con el solo rumor de sus palabras”[1].  

Lo que me interesa destacar es este rumor, este rumiante rumor. Más adelante Lacan lo relacionará con la música, con cierto tipo de música.

“Se encuentra a embriaguez engendrada por una determinada música que produce un estado llamado posesión”.

Una determinada música, y un determinado estado, nada y nada menos que la posesión.

“Es este estado (…) a lo que se refiere Alcibíades cuando habla de lo que Sócrates produce con palabras”[2].

La música, el rumor de sus palabras, ya porta eso que luego se llegará, luego de tanto devaneo: la posesión. Hay en el canto de Sócrates un deseo de poseer, y de poseer una falta y un vacío además.
Por eso digo que Lacan es amigo de Nietzsche en este seminario, pues el deseo de Sócrates es de inmortalidad, de inmortalidad en el discurso. Sócrates subsume eso que se llama metonimia y que muestra la estructura del deseo en su permanente deslizamiento, a la palabra. Sócrates podría ser visto como un paradigma del deseo y, sin embargo, hay del goce.
¿Pero por qué? Porque el eje que cambia con Sócrates es la verdad, es ir tras ella. Pero en el camino queda lo real. Si vas tras la verdad, como el último bastión de tu alma, tu signatura siempre pendiente, su esencia esencialísima, descuidarás el goce que te comanda: lo real.
Si para Sócrates los dioses son reales, eso solo sirve para dirigirse a la verdad. Si para Nietzsche las palabras son verdades, eso le sirve para encontrarse con lo real.
Todos sabemos que el deseo de Nietzsche fue poner patas para arriba lo que hacía Platón de Sócrates. Porque siendo un perfecto Dionisio, era un despreciador del cuerpo.
En su momento, frente a su juicio final, Sócrates se sincera y cuenta un sueño, uno que se repetía, siempre igual. En él oía una voz que exclamaba: “¡Sócrates, ocúpate de la música!”, o de las bellas artes, o del canto y la poesía. Entonces Sócrates, cuenta este sueño para decirles a todos que ya estuvo bien de palabras y de diálogos, que eso es su eternidad, pero que su cuerpo mortal necesita ahora realizar un par de canto, componer un par de versos, a los dioses, antes de beber su muerte.
Nietzsche, a pesar de indignarse tanto con Sócrates, es el primero en destacar esta anécdota. ¡Sócrates, ocúpate de la música!, tal vez le hubiese gustado gritarle Nietzsche.



[1] LACAN, Jacques, El seminario 8: La transferencia, p. 101.
[2] LACAN, Jacques, El seminario 8: La transferencia, p. 180.

sábado, 16 de noviembre de 2013

¡Cuidado con la música! XXXVII

Resulta que este número, el 37, prefigura mi destino. Cada cual tendrá sus números, esos palos en la rueda reales, que le hagan temer al golpe y al porrazo. Freud sufría (¡cómo sufría Freud!, con el 51), yo encontré el 37, o más bien el 37 me está esperando.
         Se acerca mi cumpleaños, el ciclo cambia, todo se avigora, y las posibilidades se reducen a la consecución de los sueños y los deseos soplados. Llegamos a 37 entradas a quién sabe qué salidas. Todas hablando de Nietzsche, de la música, del psicoanálisis. Jamás pensé que un ser tan de nada, insulso, poca cosa como me pensaba, podría llegar a decir algo de Nietzsche. Menos del psicoanálisis. Menos que menos de la música. Entonces esto me llena de una nueva reflexión.
         Si sos neurótico pensás. Si sos neurótico valorás el pensamiento como la única cosa con la que te creés que podés. Si sos neurótico no entendés, ni sabés cuánto tus pensamientos no son tuyos, cuánto tus pensamientos te comandan. Si sos neurótico hablás con las voces de tu cabeza (no las dejás salir) como si fueran tuyas. Si sos neurótico hablás con vos mismo.
         Hay quien dijo que hablaba para pensar. Hay quien sospechó que había otra forma, otro estatuto del pensamiento. Hablar no es pensar. Pero si sos neurótico hablarás como pensás, o sea, poco se te entenderá, porque lo fundamental lo dijiste en tu mente siempre antes, siempre después, pero nunca en el momento.
         Si pienso que tengo que hablar de un tema, mi pensamiento se une a las palabras que me incapacitan hablar. Si pienso que puedo decir algo sin embargo, mi pensamiento se pondrá a saltar entre mis neuronas, y sobre ellas, gritando bien fuerte palabras de desaliento (no quiero transcribir ninguna de ellas, pero son tan beligerantes como cualquier insulto que escuche un psicótico).
         Pero, de vez en cuando, la infancia te signa en su posibilidad, y lo que de adulto sería cosa seria, y motivo de una o más pastillitas, de chicos, no sé, el cuerpo está más abierto. Entonces, si los gritos inarticulados de tu mente suenan noche y día, si hay una reproducción exacta de autoridades gritando sus palabras inentendibles dentro tuyo, si eso se acompaña de una sensación de vértigo, descontrol y caída, seguro, eso es seguro, sentirás apasionadamente que el pensamiento no es la palabra última. Lo último es el sonido.
         Quien haya tenido esas experiencias me entenderá.
         Si alguien me dijera cómo es que puedo hablar con todo este berenjenal en la cabeza, solo tengo para tranquilizarlo, y tranquilizarme, que, no sé, algo pasó, y no puedo pensar, no puedo pensar en hablar, pero, si me dan uno hoja y una birome, seguro que encontraré las palabras (por lo general ellas son muy fieles al papel, tienen esa propiedad de quedarse ahí donde uno las trazó, ¡genial!).
         En el horizonte de toda mi neurosis, y toda mi locura, el 37 se impregnó como una cifra escrita. La encontré en una hoja, escrita para mí, esperando que por fin me hiciera cargo de que allí, en ese tiempo, algo debía ocurrirme.

         Seguramente me ocurrirá, seguramente este es el signo tan mentado, donde el destino está trazado, pero hay que hacerse cargo del propio destino. Cuando cumpla 37 habré llegado a algo que está escrito y desconozco, pero tengo mis buenos compañeros, y, sospecho, Nietzsche y Freud habrán tenido que ver en eso.   

sábado, 9 de noviembre de 2013

¡Cuidado con la música! XXXVI




Redondo manicomio: desde las altas esferas esperamos que la forma cierre, que se complete en un globo o en una bolsa (con cordel quería Lacan), para poder nombrar lo bello, el bien, lo ideal. El planeta es esférico, el cuerpo es una pelota, los nudos borromeos se dibujan circulares, los policías vociferan “circulen” a las madres que le dan vueltas a una plaza que tiene más de una vuelta, más de mil, más de mil y una mañas. ¿De dónde le vendrá al hombre este deseo de policía, de paradigma cerrado, de abroquelamiento y asfixia? De cierto lugar que le permite tener un cuerpo (una de las formas de tenerlo, no la única): del imaginario.
La imaginación al poder, se decía, como algo abierto; pero la imaginación también se cierra en lo especular, en la agresión de un enfrentamiento de dos. Lacan quería que algo de ello se elabore, restituya, modifique con la palabra, siempre y cuando vayamos más lejos. Porque la palabra signa el límite tanto como provee de valor y de existencia a las cosas. Eso solo es real, tiene un espíritu real. ¿Por qué sino se creen que para abrochar todo esto el hombre necesitó crear una de sus más grandes creaciones: Dios? El hombre creó a Dios a su imagen, pero no es Dios quien porta los tres elementos (R.S.I., por ejemplo, u otros), sino el hombre, que en su nudo insiste.
         Lacan se dio cuenta muy temprano que no hay garantías. Cuando abordó lo simbólico, al parecer, no dejaba de sugerir, de insistir, de decir según el caso, que con lo simbólico no alcanza, que lo simbólico está incompleto. Ese girar en redondo, haciendo agujero, es girar por algo que no cierra, no se explica, no se entiende, no se termina de decir cuando decimos algo sobre eso (por eso lo imaginario nos asiste de su consistencia esférica). Ahí ubicaría clásicamente a la muerte, pero también el amor, la identidad, el ser, el goce, la sexualidad, la vida (con Táboas, Latinoamérica), pero también el padre. Y se ve con esto la primacía de ese significante (padre) en Freud, que dice que el verdadero padre, el padre simbólico, es el padre: muerto. Luego vino Nietzsche y dijo: Dios ha muerto (lo dijo antes Hegel, pero Nietzsche le puso el tono y todo cambió).
No somos filósofos, no necesitamos sostener todo, traducir todo, transformar todo en significante. No somos religiosos, no necesitamos el logos, el verbo, su acción. Podemos tolerar ese real de los dioses. Podemos interrogarlo como agujero, vacío, lo que quieran. El Otro del Otro, ese es Dios (pero para el analista es este quien no existe, o sí, pero ex-siste). El Otro puede ser el padre, el superyó, Néstor, cualquiera… el nombre del padre, el padre simbólico muerto: Dios.
         Somos analistas, podemos ser tolerantes con las creaciones del hombre, aunque se le vuelvan intolerantes y lo hagan (nos hagan) sufrir: el lenguaje, los dioses, la música… podemos aceptar que sin goce sería vano el universo. Y que el goce, eso, hace síntoma, hace sinthome (entonces hacemos con él), nos hace mierda (fantasma), nos hace singulares, pero jamás nos hará bonitos, lindos, armónicos.

         El goce presenta su contingencia en la mesa que se quiere eterna, se degusta destructiva, pero vive solo en lo que nos nutre. 

domingo, 3 de noviembre de 2013

¡Cuidado con la música! XXXV



Último índice, ¿dónde encontramos las referencias de Nietzsche por la música?

En base a La voluntad de poder

Encontramos en este fantástico libro referencias por la música en §§2, 51, 59, 105, 106, 821, 830, 831, 832, 840, 844, 847.

Por Wagner en §§320, 730, 820, 822, 824, 829, 833, 834, 835, 836, 848, 859, 998.

Una de las frases más interesantes la encontramos en §794: “Hacer música es también un modo de hacer hijos”.

Y en el §837 habla del gran estilo, destaco: la grandeza musical está en función del gran estilo. Esto lo asemeja a una gran pasión en estos puntos: “el hecho de avergonzarse del placer; de olvidar persuadir; de mandar, de querer… Hacerse dueño del caos propio…”. 

domingo, 27 de octubre de 2013

¡Cuidado con la música! XXXIV

Sobre la voz

Claro que sobre la voz podría decirse muchas cosas en psicoanálisis; mucho de ello se modula en la noción de canto que vamos barajando con Nietzsche y su Zaratustra. Es que hay un costado de la voz que no responde al significante, por eso es además un objeto (un objeto a).
Hay de la voz que queda, el sonido, lo que se modula, la fonética y, sin embargo, el sinsentido, o la ausencia del mismo. 

Fridman, en la compilación de su fabuloso libro Esto lo estoy tocando mañana, comenta:

La voz que resuena en lo real, como lo que surge de ese vacío del Otro, no reclama ser oída, sino obediencia o convicción, por lo tanto -aclara Lacan-, se sitúa en relación a la palabra y no a la música.
Ustedes ven que aquí podemos ver dos estatutos de la voz: este que presentamos, más ligada a la palabra, cuya síntesis tan bien pudo captar Luciano Lutereau en la contratapa de mi novela La voz en off, dedicada principalmente a la voz. Luciano (como en eco con lo que puntúa Fridman) afirma: 

la voz no puede decirse. Sin embargo, es lo que fundamenta el acto de decir. La voz está siempre en off.
La palabra misma lo indica, una voz requiere "obediencia" (ob-audire). Dicho de otro modo, la voz es el imperativo de toda respuesta; pero, ¿a qué responder? A la voz misma.
Sin embargo está el aspecto sonoro (como destacaba al principio), que lo encontramos en el ejemplo del Shofar, como la voz de Dios. Y, nuevamente aquí, aunque sea un sonido, tiene el estatuto de un significante, porque tiene esa relación a la palabra que constituye el pacto: ese sonido se enlaza a la ley.
          ¿Es que nunca nos desprenderemos de la voz, como correlato del Otro, de lo simbólico? ¿Es que su aspecto sonoro será determinado siempre por el registro del Otro?
           La particularidad de este objeto es que no puede ser desoída, de ahí su súbita relación con toda demanda. Pero la voz resuena, y resuena en un cuerpo. Resuena en un cuerpo porque hay del goce que no se enlaza a las palabras, y cuyo último estatuto es fundar un decir. La voz, la voz que está en off, no es otro que una escritura que no proviene del significante. Es la inscripción necesaria de lalengua, y, por lo mismo, ya no es la voz. 
           
            Quisiera entonces proponer un cuento de mi cosecha, para metaforizar la voz (la voz humana), pues es ella la que se liga al Otro, la que constituye la certeza de Dios, y la que, sin saberse cómo, determina toda herencia. 


 
 
 

domingo, 20 de octubre de 2013

¡Cuidado con la música! XXXIII




Pocas veces tenemos la oportunidad de estar en consonancia con otras personas, pensar lo que piensan, sentirnos por un momento menos solos en ese rollo. Y es una feliz coincidencia que los encuentros se produzcan. Por eso, en esta oportunidad, lo dicho en otro grupo, en otro blog, El revés de Lacan, resuena hoy aquí, en Cuidado con la música. Destacaré solo los párrafos que hacen a la cuestión. Lo otro lo pueden encontrar en: http://www.elrevesdelacan.blogspot.com.ar/

“Yo tengo varias crisis con lo del eterno retorno, me parece que se lo entiende muy mal. Como que el eterno retorno es de lo mismo que se vuelve a lo idéntico, y me parece que está muchísimo más ligado a la noción de acontecimiento, de lo que suponemos. Un ejemplo: cuando en uno de los cantos él está hablando, le quiere enseñar a los hombres superiores el tema del eterno retorno, no se convencen, y el punto donde no se convencen es si dios ha muerto o no. Porque siempre recurren a la palabra. Y en un momento dicen bueno, lo único que me convence de esto, es si yo le puedo decir a la muerte “ah, ¿esto era la vida? Bueno, entonces otra vez”. Otra vez es el canto o es la ronda, ese es el acontecimiento. O sea, frente a la muerte yo le voy a decir “ah bueno hice esto en mi vida, bueno, entonces otra vez”, es como una apuesta también, un relanzar el proceso. Pero eso es lo último que se llega, no es el eterno retorno en sí mismo”.

“Él lo dice de una manera muy particular, dice “lo eternamente separado”. De lo único que vos podes decir que es eterno, no es el sí mismo o lo idéntico, sino que hay algo que está siempre, diríamos nosotros, disyunto. Y que eso es lo tortuoso. Cuando agarrás el ser, el lenguaje, la palabra, eso lo transformás, lo estropeás”.

“Pero el trabajo que hace Nietzsche en Así habló Zaratustra es –siempre se contrapuso a cronos, siempre criticó eso–, el trabajo es, situar al poeta, y la poesía, el canto, como lo último que se llega, por una verdad estética, a nombrar el ciclo. Pero cuando se quiere nombrar el ciclo, lo último es la posibilidad del canto de los poetas, pero eso es una mascarada, dice. Porque necesita la palabra para que suene, para que resuene (y el tiempo cambia), pero necesita esa última mascarada. Y cuando Zaratustra se encuentra con eso, el poeta es el último, pero lo desacredita, no es por ese lado tampoco que se va a encontrar lo del eterno retorno”.

“Pero podemos tender hacer de lalengua algo del origen, y situarlo en el baño del lenguaje, y todo eso, cuando en realidad lo que hay que insistir –me parece– es por el lado de Miller, de la iteración… y también lo que decía Lacan, el retoquecito que se le hace a la lengua para que siga viva, y que eso no es en el origen. Porque si no es buscar de nuevo el fundamento traumático…”.

lunes, 14 de octubre de 2013

¡Cuidado con la música! XXXII


¡Cuidado con la música! XXXII

 

De la composición

 

Nietzsche vivió un amor eterno, pero sabía que debía insistir porque no creía en la magia. Creía que podía ligarse a una mujer y amarla, y hacerla su esposa. Pero Lou Andreas-Salomé sólo amaba su sabiduría, y un poco menos, su pasión. De lazos rotos de amor está hecho el amor, y Nietzsche no podía ser menos ni faltar a tal cita (pues mucho ha dicho sobre el amor, además de la música). Nietzsche quería hacerla su esposa, lo intentó varias veces, quería que esa mujer le dé hijos, pero Lou sólo quería pensar y crear (pensamientos).

         Cuando Nietzsche aceptó hacer una canción juntos, no pudo ser menos y compuso un himno (sí, Nietzsche componía música), y lo llamó Himno a la vida, co-escrito con Salomé. Al comienzo de este año comencé con esta canción la propuesta de interesarlos por la filosofía de Nietzsche como música, y el psicoanálisis en su musicalidad. Ahora que se está cerrando el año, y este espacio, quisiera ir retomando algunas cosas desde otro costado, tal vez más íntimo. Me pregunto entonces, ¿qué lleva a componer?

         Si seguimos las palabras, y tal vez nuestras intuiciones, lo que nos lleva a componer es ese inasible motor que son los afectos: la angustia, el amor, el goce, y, por qué no, la vida. Son afectos pero también son signos. Aquello que nos marca y nos impulsa. (Hagan de estos todo un listado si quieren, como Spinoza, e incluyan la tristeza, la desolación, la alegría, etc.) Nietzsche compuso su himno desde el amor y el dolor, por eso habló de la vida. En su lugar Lacan hubiese hablado de pasión.

         ¿Qué nos lleva a componer? La presencia de un afecto, de un signo, pero además la súbita certeza de que aquello debe ser dicho, elaborado, tratado, sublimado. Componer debe ser algo así como ligarse a un amor sin garantías; ¿acaso no es algo muy parecido a lo que el mismo Freud hizo con el psicoanálisis?

         ¿Qué es componer? Poner en orden algo que no lo tiene, y en eso, dejar que el desorden tome parte de nuestra vida. De eso hay en cada muestra de arte, en cada manifestación como una canción, un cuento, una poesía, etc.; de lo que intentamos ordenar y por fin nos desarregla un poco más, un poco mejor. La música es aquello que nos desarregla, que nos acerca un real vivible.

        

         Cuando un amigo va y hace su vida en las inmediaciones de la muerte, su relato me inspira. Cuando un amigo va y se complica con la mujer que ama, y encuentra formas de decir ese amor, su historia me inspira. ¿Qué significa componer? Es intentar una intimidad, la intimidad de un decir, que, como sentencia mi analista, parece ser una de mis pasiones: creer que existe el tal decir íntimo. Por eso en esta oportunidad abordo la vergüenza como sé hacerlo, y propongo dos canciones de mi cosecha: una hacia mi amigo Mario Bianchi (al comenzar a trabajar en el SAME, y encontrarse con esa parte de la ciudad que tiene tanta urgencia); el otro (otro gran amigo), Pablín, que dijo de su mujer: “la quiero hasta el muñón” (porque sus pies fríos no los quería ni un poco… todos sabemos lo que es una mujer que te apoya sus pies fríos, a traición, cuando te sumergiste en la cama). Espero que los disfruten y sientan tanta vergüenza como yo al componerlas, y tantas ganas de no poder hacer otra cosa con esa vergüenza que transformarla en amor. El amor, uno de los lazos posibles de la amistad, claro, lo que Lou Andreas-Salomé le enseñó a Nietzsche, la amistad entre el hombre y la mujer.   

domingo, 6 de octubre de 2013

¡cuidado con la música! XXXI


“Me siento un músico frustrado” Julio Cortázar

 

“Y vendrás con una sonrisa, envuelta en la risa,

y me verás inútil, demente, inconscientemente.

Yo pisaré tu cara de fosa y no mariposa.

Resolveré la última prosa, resuelve mis cosas”.

Lisandro Aristimuño

 

 

En el desarrollo del diálogo entre la literatura y el psicoanálisis podemos acercarnos a ciertos bordes, como los de una banda de moebius, y no será exactamente un extremo sino un momento de cruce. Ese borde (tal vez) lo nombro hoy como Musicalidad[1]. Hay de la musicalidad, de lo sonoro y del silencio, tanto en la palabra hablada como en la escrita. Por eso quisiera proponer una clase que Cortázar dio en Berkeley[2] para abordar este particular tema: la musicalidad de la palabra escrita.

         Desde el psicoanálisis nos aplicamos a intentar una elucidación con el concepto de Lalengua, de Lacan. Lalengua, su aspecto sonoro, desprovistos sus significantes de sentidos, y también ella desprovista de estructura significante (diferencia y repetición), la acercan a lo que del goce persiste sin elaboración simbólica, ni imaginaria. Lalengua podría ser entendida como la lengua materna, siempre y cuando no hagamos de este término una exclusividad del período de la infancia, ya que Lalengua persiste, insiste siempre en toda articulación lenguajera, o mejor: toda articulación de lenguaje hace, estructura, significa, lalengua.

         Tal vez la musicalidad de la palabra escrita nace en Lacan junto con esta noción de Lalengua; se lo debemos a su esfuerzo de poesía, al Lacan poeta. Pues toma de un poema la posibilidad de hacer con ese dicho suyo “no hay relación sexual”, para incursionar y poner en tensión el tema fundamental de la no proporción en los sexos, su no completud, y que no hay para el hombre la posibilidad de una sexualidad natural. Propone hacer de un poema un motivo de Lalengua, llevando ese malentendido inevitable de los sexos (su imposible relación, o su relación siempre mediada por el inconsciente) al campo del neologismo, haciendo del amor un amuro[3].

         Claro que nos aproximamos a la musicalidad de la palabra en la escritura con Joyce (principalmente en su Finnegans Wake) además de la poesía, pero también con la prosa.

         Está –como en el problema de la escritura– la palabra que trasmite un contenido, un relato, pero en ella hay de la cadencia, de la música. Cortázar la describe como una pulsación, un especie de latido, aquello que hace a una manera de decir que, de modo profesional, su escritura podría ser vista como erronea. Para demostrarlo se vale del tema de la creación y de la traducción. Para Cortázar, frente a esta musicalidad (hecha de palabras, pero también del juego con la puntuación, sonido y silencio, como dije) sería horrible ceder a la tentación de escribir como se debe, como cualquier corrector estaría tentado en modificar. No respetar esta intuición de una música que hace no poner comas (u otros signos de puntuación) donde un “corrector de estilo” las pondría (correctamente) sin ton ni son, coarta la expresión de un arte singular. Ese ritmo generado hace al estilo del escritor, a su particularidad, por eso es tan difícil su traducción. No tiene que ver con cómo se escribe, o se debe escribir, sino con la sangre que el autor pone a sus textos, cómo lo vive.

Lo fundamental es que tal vez no pueda separarse esta musicalidad de la palabra escrita de su lectura (no habría escritura sin lectura, y sin lectura como escucha de eso escrito). Cortázar habla en este sentido de oído interno, de sonido interior: “De la misma manera que la memoria también puede repetir melodías u obras musicales íntegras en el más profundo silencio”[4].

Me fascina cómo nombra esta posibilidad de la música: la música puede definirse como aquello que nos pone en “situación auditiva”. Situación auditiva no es sólo por la música o por las palabras, no es sólo una predisposición a la musicalidad, sino vivir el instante de aquello que canta; del tiempo en esas palabras que cantan y que, por lo mismo, rompen el tiempo en su aspecto cronológico, que se desliza también en la lectura de la frase, aunque su sentido se demore hasta el punto desde donde la resignifique. La musicalidad de la palabra está formada de sonido y silencio, de palabras y puntuaciones, de escansiones, como cualquier música lo muestra perfectamente.

Debemos tener en cuenta además que no hay (en literatura al menos, y siempre si no somos dogmáticos, y un pelín humildes, claro) la tal jerarquía de una prosa que sea musical y otra que no. Cortázar dice de Vargas Llosa que es sordo a la música, pero no por eso su prosa deja de ser magnífica. Esto debería enseñarnos, especialmente a los psicoanalistas que hacen sus lecturas de Joyce (que no sirve para ser leído), o que buscan en la poesía el motivo último, a no hacer de la palabra en su costado sonoro el leitmotiv de una cruzada contra lo simbólico. No siempre estamos abiertos a ponernos en situación auditiva, las más de las veces estamos sordos como una tapia; con una tapia defendemos la sordera que se reviste de sentido, porque tal vez se hace necesario estar sordos para hacer música. Cortázar decía que se sentía un músico frustrado, y por eso hizo de su frustración un admirable instrumento de su escritura, pulsando las palabras para que canten, y los silencios para que ritmen.     

            



[1]    Sobre este término me detengo en mi próximo libro ¡Cuidado con la música! La filosofía de Nietzsche como Música, el psicoanálisis en su Musicalidad, próximo a editarse por la casa editorial Letra Viva.
[2]    CORTÁZAR, Julio, Clases de Literatura: Berkeley, 1980, Buenos Aires, Alfaguara, 2013.
[3]    El poema decía: Entre el hombre y la mujer / está el amor, / entre el hombre y el amor / hay un mundo / entre el hombre y el mundo / hay un muro.
[4]    CORTÁZAR, Julio, óp, cit., página 150.

domingo, 29 de septiembre de 2013

¡Cuidado con la música! XXX

Ya llegamos a las 30 publicaciones. Han pasado varias cosas, entre ellas, que me decida a realizar el libro sobre Nietzsche. En la vida tenemos muchas excusas para vivirla, y si nos topamos con un filósofo tal vez se expanda algo más. Es tan cierto que un analista puede darte más años de vida sin tanto sufrimiento, como un filósofo, o un poeta, o un escritor incluso. ¿Pero qué paso cuando la estima, la admiración, nos lleva a ligarnos a uno, e insistir con este? ¿Qué paso cuando se acerca la hora de poder hacer algo que lo que tal vez, solo tal vez, sabemos hacer?
         Realizar un libro sobre Nietzsche es para mí mucho más que realizar un libro. Porque es el filósofo que más me interesa, porque es el filósofo que más certero llegó a mi corazón, porque es el filósofo que más odié y rechacé también. Federico Nietzsche ha sabido llenar mis días de palabras ajenas, y determinar algún camino en mi vida. Es, en definitiva, el único filósofo que he leído y no pude salir igual antes de leerlo.
         En esta entrega número 30 quiero contarles de esta pasión y anunciar su propio ocaso. Sólo serán 40 entradas de blog lo que se ha encarado como ¡Cuidado con la música!, luego lo dejaré. Uno de sus frutos será el libro, como les anunciara, y otro, todo lo que pueda generar en ese cruce que es la música y el psicoanálisis. Porque mi concepción de una y otro determina que de eso se enlaza la vida, en eso la vida merece ser arrinconada, por ello la vida puede ser vivida. No estoy diciendo nada nuevo, pues todos tienen ese lazo con la música, y sabrán de lo que estoy hablando.
         El lazo con el psicoanálisis es mucho más fuerte, y es en el que continuaré, sacando las grandes enseñanzas que Nietzsche me ha brindado.
         Escribir un libro sobre Nietzsche es demasiado para mí, pero, escribir un libro y que encuentre cosas nuevas del filósofo que admiro y pueda compartirlas, es suficiente. Espero que ustedes tanto como yo disfruten de estos últimos diez posteos. Saludos

         Les dejo el primer dibujo que realizo por Nietzsche, que me ha hecho incursionar incluso en las artes plásticas.


domingo, 22 de septiembre de 2013

¡Cuidado con la música! XXIX

Los literatos por lo general hacen música con sus palabras, pero también se nutren de cierta música. Yo, por mi parte, no puedo escribir si no tengo música sonando en mis oídos... tal vez porque escucharía incesantemente las palabras de los otros.
      ¿Pero qué diría algún literato sobre la música? En esta oportunidad: James Ellroy. Su historia es bastante interesante, pero me detengo solamente en lo que comenta en A la caza de la mujer.

Mi vida de adolescente iba retrasada. Mi aceleración estaba toda internalizada. Pasé con esfuerzo del primer ciclo de enseñanza media a superior. Tuve camarillas cambiantes de amigos perdedores y no amigos. Pegué imágenes de Beethoven encima de la cabecera de la cama y reflexioné sobre nuestro genio. Beethoven había compuesto su mejor música para su "Amada inmortal". La identidad de ella siguió siendo para mí tan misteriosa como lo era la de La Otra. Beethoven entendía mi profunda soledad y congoja. Su sordera inspiraba pensamientos visionarios, desconocidos a los mortales. Mi sordera era voluntaria. Eso, a Beethoven le gustaba. A menudo, antes de salir a espiar ventanas, escuchaba la sonata "Hammerklavier". Más que condenarla, Beethoven aprobaba esa práctica mía de voyeur. A veces me miraba con el ceño fruncido y movía el dedo. No me dijo nunca del todo que creciera de una vez y sacara la cabeza del culo.
 Cuando sus padres se divorciaron, James se mudó con su madre, pero las cosas no funcionaban. No se entendían, y él la deseaba. En plena transición hormonal un libro le da el tono de lo que podría hacer, un libro regalado por la madre sobre magos. Entonces realiza una maldición. Al cabo, debe mudarse con su padre, lleno de odio hacia esa mujer. A solo tres meses su madre es asesinada. La vida de Ellroy puede ser contada desde sus libros (no toda). Pero en A la caza de la mujer muestra su obsesión por las mujeres, por observarlas, por conversar con ellas en la oscuridad, por hacerse una imagen mental. Por eso Beethoven tiene su lugar aparte, en esa fantasía única de la "amada inmortal".

Beethoven era el único artista de la historia que rivalizaba con el desconocido e inédito Ellroy. Era un colega que cavilaba, se hurgaba la nariz y se rascaba las pelotas como yo. Deseaba a las mujeres en silenciosa soledad. Tenía el alma a un volumen comparable a los decibelios de mis aullidos. Tú y yo, chico: Ella, la Amada Inmortal / La Otra. Conjunción, comunión, consagración y la culminación de la plenitud. Cuando dos almas se unían, la especie humana avanzaba y todas las alamas se salvaban. La fusión sagrada del arte y el sexo para tocar a Dios. 
Aquellas mujeres no habrían podido leerme el corazón. Mi corazón las habría horrorizado.
Quiero colarme poco a poco dentro de ti y ofrecerte el mismo consuelo. Tápame los oídos. Yo haré lo mismo contigo. El grito del mundo es insoportable y solo nosotros sabemos qué significa. 
Ellroy y toda su descripción. Monumental legado de un musical trastorno: las mujeres, la mujer, La Otra, Ellas. Ella. 
 


 

domingo, 15 de septiembre de 2013

¡Cuidado con la música! XXVIII

¡Cuidado con la música! (Esto es parte del libro que estoy redactando)

Así habló Zaratustra X

Ditirambos de Dionisios

Todos los poemas que Nietzsche propone en esta cuarta parte podrían ser pensados como “ditirambos”, pues se encuentran reunidos (y ligeramente modificados) en Ditirambos de Dionisios. ¿Pero qué es esta figura del “ditirambo”1? ¿Y quién es este “Dionisios”2? Mejor lo vemos en lo que significa para Nietzsche. En Ecce Homo va dando cuenta que este dios está desde el principio de sus obras. Ya en El origen de la tragedia destaca:

Las dos innovaciones definitivas del libro son, en primer lugar, la interpretación del fenómeno dionisíaco en los griegos “nunca se ha dado tan claramente la psicología ni se vio una de las raíces del arte griego completo”, y en segundo lugar la interpretación del socratismo.

Luego lo quiso asociar a la música de Wagner, aunque más tarde devele que hablaba de sí mismo.

Podrá interrumpirme algún psicólogo diciendo que la música dionisíaca oída mis años mozos no tiene nada de común con la de Wagner, y que al describir la música dionisíaca describo la que había oído, porque instintivamente debo traducir todas las emociones con arreglo al nuevo espíritu que hay en mí. La prueba de ello está en mi libro Richard Wagner en Bayreuth y no puede ser más decisiva. En todos los pasajes que tienen una significación psicológica no se habla más que de mí.

La idea de Dionisios se preserva en Zaratustra, pues este es un danzante, alguien al que el cuerpo le importa (y no sólo la razón), al que la contradicción le importa, el enigma y el abismo le importan... le importa crear.

Para un propósito dionisíaco, la dureza del martillo, el gozo mismo de la destrucción, es una de las primeras y más decisivas condiciones. El imperativo: “¡sed duros!”, la certeza fundamental de que todos los creadores son duros es el verdadero signo distintivo de una naturaleza dionisiana.

Dionisios no dejará de estar en sus libros posteriores, ni en La genealogía de la moral, ni en El caso Wagner; no lo abandonará ni siquiera cuando pierda toda razón y firme sus cartas ya no como Nietzsche sino como Dionisios.




1. Es una composición poética en honor a Dionisios.
2. En la mitología clásica Dioniso (Dionisios, como lo llama Nietzsche) es el dios del vino, inspirador de la locura ritual y el éxtasis. También conocido como Baco.


domingo, 8 de septiembre de 2013

¡Cuidado con la música! XXVII

¡Cuidado con la música!

Así habló Zaratustra IX.

Tomo ahora otro canto (poesía) que figura en esta cuarta parte:
La canción de la melancolía

Luego de hablar de los hombres superiores Zaratustra se va de la cueva, y toma la palabra el mago de nuevo. La toma para cantar los versos intitulados “¡Sólo necio! ¡Sólo poeta!”. Con esto puedo afirmar que el canto, la música de Así habló Zaratustra, no es la del poeta, sino que ¡el poeta es el último modulador de un pensamiento inefable!, pero su engaño es que puede articularlo en palabras[1].
Dice así:

“¿El pretendiente de la verdad? ¿Tú? —así se burlaban ellas.
¡No! ¡Sólo un poeta!
Un animal, un animal astuto, rapaz, furtivo,
Que tiene que mentir,
Que, sabiéndolo, queriéndolo, tiene que mentir:
(...)
Para sí mismo máscara,
Para sí mismo presa”.

El poeta tal vez es quien llega a ser el paso anterior a la articulación de Zaratustra en sus palabras, porque es presa de su máscara (de su escritura), y lo sabe; y lo sabe mucho más de lo que nosotros lo sabemos.
Es el capaz de soportar:

Tú que en el hombre has visto
Tanto un Dios como un cordero

La caída de los velos, de las máscaras... pero conservando sin embargo aún (siempre aún) la palabra. Esa máscara es la única que no cae en el poeta, y por eso se sabe presa.



[1]    “El arte del gran ritmo, el gran estilo de los períodos para expresar un inmenso arriba y abajo de pasión sublime, de pasión sobre humana, yo he sido el primero en descubrirlo; con un ditirambo como el último del tercer Zaratustra, titulado `Los siete sellos´, he volado miles de millas más allá de todo lo que hasta ahora se llamaba poesía”. NIETZSCHE, F., citado de SÁNCHEZ PASCUAL, Andrés, “Introducción”, Así habló Zaratustra, Buenos Aires, Alianza, 1995, página 26.