¡Cuidado con la música!
Así habló Zaratustra II
La canción de la noche
El
libro II, de Así habló Zaratustra,
tiene la particularidad de ser más lírico. Como dijimos, si de cantos se trata,
de canciones y melodías, de la sonoridad, en este libro encontramos este
capítulo llamado “La canción de la noche”. Escuchémoslo.
Escuchen esto, en todos los finales de los capítulos
Nietzsche cierra con esta sentencia: “Así habló Zaratustra”, que es como decir
“Es palabra de…” Pero en este apartado la firma es otra, y tal vez tenga que
ver con lo que se viene proponiendo. Nietzsche firma: “Así cantó Zaratustra”; pero ¿qué cantó?
Zaratustra canta la canción de la noche, del amante,
de la fuente.
Ese canto es un habla, un habla que despierta (en la
noche), es un hablar fuerte, es un dar constante, que reabsorbe, un ansia, un
deseo, un “hambre ardiente en la saciedad”. Es lo que sigue y sigue y entonces
ocurre lo contrario: “Recorren soles sus órbitas, siguen su voluntad
inexorable, ésa es su frialdad”.
A fuerza de dar el callo, lo blando se endurece, lo
cálido se enfría. Cantar es romper con el habla repetido, que tiende a la
esencia de las cosas (la esencia fría de las cosas), el bla bla bla, que se
convierte en cualquier palabra.
Entonces, este canto nos trae este decir:
“Así habló Zaratustra” habla de la imposibilidad de
habla, o, si ustedes quieren, de un decir por fuera de todo decir. Un decir
inexpresable, inexorable y, por lo mismo, indestructible (Freud llegó a poner
al deseo en este lugar; Lacan lo
siguió gran parte de su obra, luego dijo lo real).
Cuando Zaratustra quiere hablar al pueblo, se
encuentra con la dificultad y se retira. Cuando es hacia sus discípulos, los
abandona. Cuando le toca a sí mismo, se ahoga, trastabilla, calla. Su eterno retorno tendrá un decir en esta
sintonía (¿o sinfonía?, ¿o síntoma?).
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