domingo, 7 de julio de 2013

¡Cuidado con la música! XIX

¡Cuidado con la música!

Así habló Zaratustra II

La canción de la noche
El libro II, de Así habló Zaratustra, tiene la particularidad de ser más lírico. Como dijimos, si de cantos se trata, de canciones y melodías, de la sonoridad, en este libro encontramos este capítulo llamado “La canción de la noche”. Escuchémoslo.
Escuchen esto, en todos los finales de los capítulos Nietzsche cierra con esta sentencia: “Así habló Zaratustra”, que es como decir “Es palabra de…” Pero en este apartado la firma es otra, y tal vez tenga que ver con lo que se viene proponiendo. Nietzsche firma: “Así cantó Zaratustra”; pero ¿qué cantó?
Zaratustra canta la canción de la noche, del amante, de la fuente.
Ese canto es un habla, un habla que despierta (en la noche), es un hablar fuerte, es un dar constante, que reabsorbe, un ansia, un deseo, un “hambre ardiente en la saciedad”. Es lo que sigue y sigue y entonces ocurre lo contrario: “Recorren soles sus órbitas, siguen su voluntad inexorable, ésa es su frialdad”.
A fuerza de dar el callo, lo blando se endurece, lo cálido se enfría. Cantar es romper con el habla repetido, que tiende a la esencia de las cosas (la esencia fría de las cosas), el bla bla bla, que se convierte en cualquier palabra.

Entonces, este canto nos trae este decir:
“Así habló Zaratustra” habla de la imposibilidad de habla, o, si ustedes quieren, de un decir por fuera de todo decir. Un decir inexpresable, inexorable y, por lo mismo, indestructible (Freud llegó a poner al deseo en este lugar; Lacan lo siguió gran parte de su obra, luego dijo lo real).

Cuando Zaratustra quiere hablar al pueblo, se encuentra con la dificultad y se retira. Cuando es hacia sus discípulos, los abandona. Cuando le toca a sí mismo, se ahoga, trastabilla, calla. Su eterno retorno tendrá un decir en esta sintonía (¿o sinfonía?, ¿o síntoma?).

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