La Gaya ciencia 2
En
el §106 Nietzsche habla de la música de una manera notable. Es casi exacto el
principio de lo que este quisiera en su filosofía como música, por eso lo pongo en
toda su extensión:
“MÚSICA MEDIADORA. –«Ansío hallar un maestro en el arte de los sonidos –dijo un innovador a su discípulo– que aprendiese de mí las ideas y las tradujera en seguida a su lenguaje; así podría yo llegar más fácilmente a los oídos y a los corazones de los hombres. Con los sonidos se consigue seducir a los hombres y hacerles aceptar todos los errores o todas las verdades. –¿Quién es capaz de refutar un sonido? –¿Quieres que te consideren irrefutable? –preguntó el discípulo. –Quiero que la simiente se haga árbol. Para que una doctrina llegue a hacerse árbol es menester que se tenga fe en ella durante algún tiempo, y para que se tenga fe en ella es preciso que sea considerada irrefutable. El árbol necesita tempestades, dudas, gusanos roedores, maldades, que le permitan mostrar la calidad de fuerza de su simiente. Pero a una semilla cualquier cosa la destruye sin refutarla.» Cuando hubo dicho esto, el discípulo exclamó con ímpetu: «¡Pues yo tengo fe en tu causa y la creo bastante fuerte para poder decir contra ella todo lo que el corazón me dicte!» El innovador rio para sí y amenazándole con el dedo, dijo: «Esa forma de adhesión es la mejor, pero es peligrosa, y no todas las doctrinas la resisten.»
Como
puede verse esta es una de las principales preocupaciones de Nietzsche, que se
lo lea sin ánimo de refutación, sin caer tan rápidamente en su negación o
crítica.
Cuando al inicio éste busca un maestro,
él mismo es un maestro, un innovador.
Si bien habla de “ideas”, de “traducción” al “lenguaje” musical, esto es para
poder ser oído, para seducir, para generar la forma en que algunas verdades
puedan ser dichas. Quizás la preocupación de Nietzsche no es que haya verdades
que no son oídas, sino que el oído está cerrado desde que busca escuchar una
verdad. De ahí su clara afirmación: Quién
es capaz de refutar un sonido. Un sonido deja de estar circunscrito bajo
la categoría de verdad. Sólo un relato trabajará sobre la misma.
Cuando habla de la doctrina entonces
ya se entiende que no es por la verdad de algún argumento, sino ya por un
cuerpo, una doctrina. Piénsese en el psicoanálisis, en la lucha de Freud para
sostener lo que él consideraba un edificio, y que aquí es más bien metáfora el
árbol. Se entenderá sus muchas afirmaciones para con los que cuestionaban al
psicoanálisis, Freud necesitaba tiempo.
Luego vendrá de lo que participamos
hasta hoy día, tempestades, maldades…
Sobre el final está lo mejor, en las
palabras del discípulo. Adherir a la doctrina pero para poder decir contra
ella… eso es algo que todavía insiste por suerte, como también insiste el hecho
de arrojar afuera a aquellos discípulos; lo que explica más de una ruptura
dentro del propio psicoanálisis. ¡Háganse cargo! ¿Quién podría hacer avanzar
una doctrina sin estos discípulos? Sin peligros no hay doctrinas, hay
dictaduras, sin riesgo no hay juego.
Termino con la primera definición del
músico que Nietzsche solicitaba:
“LA MÚSICA DE MÁS PORVENIR. –Para mí, el mejor músico sería el que no conociese más que la tristeza de la más honda felicidad e ignorara toda otra tristeza. Hasta ahora no ha existido ese músico”.
Para
mí, ese músico, esos músicos, son: Dead Can Dance.