domingo, 8 de diciembre de 2013

La última XXXX

     Esta es la última, veo las exis, no es una triple equis, es una cuádruple; siempre me identifiqué con la "x", con el uso de la "x", como Malcolm X supo hacerlo; mi firma cambió hace tiempo y porta una X. Soy un iletrado o un letrado solo de una letra: X.
     En un juego de fin de año mi padre estaba sentado en una silla, sentado al revés, apoyado sobre su respaldo, en el centro de la escena, jugábamos con muchas personas a pasar un enigma, participábamos de un juego enigmáticos personas de distintas edades, decíamos algo, el de al lado inventaba con lo que se había dicho, solo algunos sabían, no sabíamos quienes sabían, pero cada tanto sonaba un "palito", o un "palito palito", cuando llegaron a la "equis" adiviné el juego, el juego era también callarse y que adviniera a cada quien como una revelación. Mi padre siempre fue un maestro en arruinar juegos. Desde el centro de la escena develó el misterio, se terminó el juego, y yo empecé el mio. Me había dado cuenta (castigo de Dios) que la solución del enigma la había sabido desde antes de mi padre, y que encima sabía que no debía nombrarlo. Sabía algo que mi padre no: castigo de Dios. 
    Pero hoy las X son un número, y es el que caprichosamente signa el final (si algo aprendieron de estos post es que no hay final y no hay principio). Hoy acá algo se acaba con ¡Cuidado con la música!
     ¿Cómo decir palabras de final? Simple: hablando del padre. Freud lo supo, Lacan lo supo, Nietzsche lo supo más. Para decir algo que nos lleve a otro lado es necesario hablar del padre, porque el padre es el argumento final de una civilización en decadencia. Lo sabe Gabo Ferro.
     Un 2 de Abril lo real se presentó en una inundación. En una de las zonas impensadas precipitó su mar (Mataderos). Gabo Ferro vive allí, allí vió cómo el agua entraba, cómo se quedaba, cómo se adueñaba de sus cosas. Luego hizo una canción con eso, pero no le puso "2 de Abril", porque sabía que no se hacía nada con una fecha. Le puso el tabú del agua. 


     Luego le puso el cuerpo. En sus recitales a él se le oscurecen los ojos. En cierto momento grita "vamos..." y uno está viendo que él no está con nosotros y sí frente a un diluvio que se lleva a la humanidad. 
     Gabo vivió eso y más. Las cucarachas flotaban con su cuerpo cuando quiso rescatar algo: la música. "La música flota" dice la canción. La música flotaba junto a una descomunal polifonía de insectos que se metían en su cuerpo. La música: los discos del padre, los discos de Gardel.
     Gardel cada día canta mejor, dice el pueblo sabio, porque sabe que el misterio no debe ser develado. Gardel canta mejor no porque sea un ángel, o desde el cielo esté campaneando, sino porque lo escuchamos, lo seguimos escuchando, y cada vez, cada vez, canta, y sigue cantando, y eso es lo mejor.
     Gabo lo dice, lo logra, como cualquier músico. ¡Cuidado con la música que sigue y sigue! Nos acerca a una muerte que hay que atravesar. 
     Hoy cumple años uno de los mejores músicos de mi adolescencia embarrada, el rey, el rey lagarto. Hoy, justo hoy, sin saberlo, elegí detenerme en este ejercicio didáctico de llevar la palabra un poco más allá. Gracias a todos por sus comentarios, halagos, y decadencias. Gracias por estar allí cuando uno está aquí. Vaya mi reconocimiento a mis amados compañeros del Borda, que supieron darle a la filosofía un signo de picaresca alegría. Espero que lo hayan disfrutado. Y que el año que viene disfruten uno de sus frutos: la colección de Música y Psicoanálisis de Letra Viva.
     En vez de decir estúpidamente una y otra vez para despedir al otro "adiós", hoy prefiero el canto de Gabo, y los despido diciendo: "¡Vamos!"