¡Cuidado
con la música! IV
Soledad
y enfermedad
Muchos son los textos de
Nietzsche por la música, que encuentran en Wagner su fiel representante. La
relación íntima de ambos hace que se acople su pensar a ese hombre un tanto
díscolo que era Wagner. Aunque luego rompa con este, y sus caminos sean
intransitables para el otro, Nietzsche sostendrá:
“Yo por mi parte, sufro terriblemente cuando no se me dispensan sentimientos de simpatía; y, por ejemplo, no hay nada que pueda subsanar la pérdida, en los últimos años, de la simpatía que sentía Wagner hacia mí. ¡Cuántas veces sueño con él, y siempre en nuestras reconfortantes reuniones! Jamás nos hemos cruzado palabras malintencionadas, en mis sueños tampoco, en cambio sí palabras alegres y alentadoras, y puede que con nadie me haya reído tanto”.
Con Wagner se acaba sin
embargo un filosofar, y una concepción de la música. Pero también se inscribe
cierta soledad y enfermedad. Primero, la soledad por la distancia geográfica
acontecida entre ambos (Wagner se muda a Bayreuth, donde Luis II, rey de
Baviera lo financia construyéndole un teatro a su gusto), luego por la
distancia en el pensamiento con respecto a la música. Pero Nietzsche también
enferma.
Las enfermedades de Nietzsche
merecerían todo un capítulo aparte. Lo único que aquí destacaré es que en ese
tránsito de su separación, cada vez que Nietzsche intente verlo su enfermedad
se expresará con intensidad: herpes en la nuca, dolores de cabeza, problemas en
la vista, etc.
Con la publicación de Humano,
demasiado humano (1878), un libro de aforismos sobre múltiples temas,
desde la metafísica hasta la moralidad y de la religión al sexo, la distancia
de Nietzsche respecto a la filosofía de Wagner y Schopenhauer fue evidente.
Nietzsche
apreciaba a Wagner como un brillante apóstol catedrático, pero la explotación
de motivos artísticos cristianos cada vez más acentuada, junto con su chovinismo y antisemitismo excederían
lo que Nietzsche podría soportar. Dedicado a buscar herederos del pensar de
Wagner, Nietzsche le propone Canción
triunfal de Brahms. Sin embargo Wagner lo rechaza.
Separarse
de Wagner trajo la consecuencia de preocuparse por sí mismo. Y es ahí donde
descubrirá todo su potencial. Lo que para él sí, y no lo que para el otro no.
Enfermar es también dedicarle al otro el enfermar.
Pero
con su escritura Nietzsche vivía. Lo que lo enfermaba eran las consecuencias de
la misma.
“Mi actividad literaria suele tener la desagradable consecuencia para mi de que cada vez que publico un escrito, algún aspecto de mis relaciones personales viene a hacer crisis y tiene que ser puesto otra vez en orden con un notable gasto de humanidad”.
Wagner seguirá siendo algo en
su vida, su enfermedad, de la que no se curará. Como de su sentimiento de
soledad. Es que no podemos curarnos de estos. La enfermedad y la soledad son
parte del hombre, querer curarlas nos hace a veces buscar ideales, médicos…
música. Con la música no se cura, se trata el sufrimiento.
Escuchemos entonces el Canto
del triunfo de Brahms, que a Wagner sólo le provocó gritos.
Y algo más, un canto que todos tenemos pero no sabemos desde
cuándo, y por qué: Canción de cuna,
de Brahms.
Para escuchar las canciones por favor diríjanse a: cuidadoconlamúsica.tumblr.com, gracias