lunes, 22 de abril de 2013

¡Cuidado con la música! VIII




Aurora 2

El siguiente capítulo es quizás la mejor síntesis de la relación con Wagner y su ruptura. Está en el §255:

Conversación acerca de la música. –A. ¿Qué dices de esta música? –B. No digo nada, me ha subyugado. Escucha la repetición. –A. Bien, procuremos ser nosotros esta vez quienes la subyuguemos. ¿Puedo decir algunas palabras acerca de esta música y mostrarte un drama que no querías ver acaso en la primera audición? –B. Te escucho. –A. No es esto todavía lo que quiere decirnos el músico: ahora lo que hace es prometer con sus gestos. ¡Cómo hace señas! ¡Cómo se endereza! ¡Cómo gesticula! El momento de la tensión suprema le parece llegado; dos compases más y presentará su tema, soberbio, adornado, resplandeciente de piedras preciosas. ¿Es una hermosa mujer? ¿Es un gallardo caballero? Mira en torno suyo, porque tiene que recoger miradas llenas de encanto; ahora es cuando su tema le satisface completamente, ahora es cuando se vuelve inventivo, ahora cuando se atreve con rasgos nuevos y audaces. ¡Cómo hace resaltar su tema! No trata solamente de adornar, sino también de adobar con colorete. Sabe cómo es el dolor de la salud e intenta fingirlo; es más sagaz de lo que yo creía en el conocimiento de sí mismo. Ahora está persuadido de que ha convencido a los oyentes, presenta sus invenciones como si fueran la cosa más importante que existiese bajo la faz del sol. Más ¡qué desconfiado anda!, ¡qué miedo tiene de que nos cansemos! Por eso apela a nuestros sentidos más groseros, para conmovernos y apoderarse otra vez de nosotros. Escucha cómo evoca en nosotros la fuerza de los ritmos, la tempestad y el huracán. Y los oyentes le den crédito; en cuanto resuena el tema, surge en su memoria el recuerdo de estos conmovedores efectos elementales y el tema se aprovecha de este recuerdo y se vuelve “demoníaco”. ¡Cómo conoce el alma humana este músico! Nos domina con los artificios de un orador popular; mas ya cesa la música. –B. Y hace bien pues no puedo aguantar lo que estás diciendo. Prefiero cien veces dejarme engañar a conocer la verdad de este modo. –A. Eso era lo que quería oírte. Los mejores están hechos a su imagen y semejanza; les gusta dejarse engañar. Venís aquí con oídos groseros, llenos de apetitos; no traéis la conciencia del arte de escuchar. En el camino habéis echado fuera vuestra buena fe más sagaz. Así corrompéis el arte y los artistas. Cuando aplaudís y os regocijáis tenéis en las manos la conciencia del artista; desgraciado de él si se entera de que no sabéis discernir la música inocente de la música pecaminosa. No quiero hablar de buena y mala música, pues en cada una de las dos especies que he indicado hay de una y de la otra. Llamo música inocente a la que no piensa absolutamente más que en sí misma, no cree más que en sí y se olvida del mundo entero. Pero, en fin, la música que acabamos de oír pertenece precisamente a esa noble y rara especie de que he hablado y todo lo que dije antes de ella era broma; dispensa mi malicia, si quieres. –B. ¿Luego te gusta esta música? Pues entonces quedas dispensado”.

         La verdad de todo este relato se entiende por la profunda ironía que lo sostiene, que hace ruptura con el otro, dejándolo desgañitarse en el éxtasis de sí mismo, alabándolo y abandonándolo a sí mismo. ¡Cómo conoce el alma humana este músico!
         Y otra cosa fundamental, aunque el músico, Wagner, sepa de su arte, de todo lo que quisiera provocar y manejar y que nada quede librado al azar, sin embargo puede decirse ¡qué miedo tiene de que nos cansemos! Porque sin disfrute no hay música. Es sabido que Wagner diseñaba las butacas de su teatro para que fueran rígidas, incómodas y sin almohadilla, así el público no se dormía luego de 4 horas de representación dramática.
          La música se apreciaba en el teatro, o en las composiciones que uno debía saber ejecutar en el instrumento. La ironía también está planteada porque este diálogo se inicia con una repetición de la música; esto podía ocurrir en un ensayo, en los propios músicos. Solo a comienzos del siglo XX tendremos forma de reproducir la música con las grabaciones.

Este capítulo no posee música.

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