sábado, 30 de noviembre de 2013

¡Cuidado con la música! XXXIX

Antes del fin

     ¿Qué motivos hay para hablar antes del fin? ¿Cuántas razones volverán tolerable lo que afirmemos, lo que incomodemos, lo que contamos? ¿Cuántas palabras gastará el centímetro cúbico de nuestra mente? ¿Hacia donde va todo cuando algo se acaba? 
   Seguir hablando, a esta altura, es casi un endemoniamiento. Seguir, ¿por qué? ¿Para qué? Las muestras vivas de algo que se fue trenzando está a la vista: hablo solo. ¿Para quién cantaba Zaratustra? ¿En qué se diferenciaba de la simple postura de un neurótico que quisiera modular sus días con monótonos monólogos? 
     Si Nietzsche fue más loco de lo que pudiésemos soportar tal vez eso nos dé un par de respuestas de por qué seguimos insistiendo en que la locura es lo más. 
     Pobres los hombres que sólo disfrutan de su persistencia; no se han inventado suficientes guerras. La música los condena a una sensibilidad bastante suicida. Nietzsche tenía razón, sin la música la vida sería un error. Sin la música el error no sería vida. Sin música la horrorosa vida no sería soportable. Sin el gozo de la música la mitad de nuestras crisis quedarían flotando en la nube más densa de la peor angustia.
       La música es un antídoto barato.
     Sin música la vida sería un error, pero... ¿se puede vivir sin música? Hay algún reducto que no haya sido colonizado por la música. ¡Cuidado con la música!, ella te espera en el ascensor de un shopping del que no te puedes bajar, te espera en la ruta de un micro, te espera en el sonido muerto de un accidente automovilístico, está presente como una bolsa de plomo en los alto parlantes de un campo de exterminio. 
     ¡Cuidado con la música! Muere con el día que traza tus horas, peor que la voz simplista y simbólica de Dios, te deja indecifrado en el final de tu días. 
    El bandoneon fue inventado para ir acompañando al muerto, por eso los dos ganchitos en el fuelle. Ningún bandoneon abandona esa tradición de acompañar a los muertos con música. ¡Cuidado con la música! Los dioses nunca se han privado de ella, porque los dioses saben, la música no se detiene jamás.
    ¿Qué música del cielo? ¿Qué música del paraíso? ¿Pajaritos y angelitos? ¿Palabritas? ¿Y en el infierno? ¿Heavy metal? ¿Una calecita?
     ¡Cuidado con la música! porque cuando la palabra yace, el sonido perdura en tus oídos. Entonces sabrás triste mortal, que tu cuerpo está moldeado con las ondas de un viento que te ha nutrido tanto como el agua que circula por tu cuerpo, algunos llaman a eso sangre, otros espíritu. Otros, simplemente no los llaman, temen que se presenten, sólo disfrutan de unos acordes, de pocas armonías, de tempo al tempo.    

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