domingo, 22 de septiembre de 2013

¡Cuidado con la música! XXIX

Los literatos por lo general hacen música con sus palabras, pero también se nutren de cierta música. Yo, por mi parte, no puedo escribir si no tengo música sonando en mis oídos... tal vez porque escucharía incesantemente las palabras de los otros.
      ¿Pero qué diría algún literato sobre la música? En esta oportunidad: James Ellroy. Su historia es bastante interesante, pero me detengo solamente en lo que comenta en A la caza de la mujer.

Mi vida de adolescente iba retrasada. Mi aceleración estaba toda internalizada. Pasé con esfuerzo del primer ciclo de enseñanza media a superior. Tuve camarillas cambiantes de amigos perdedores y no amigos. Pegué imágenes de Beethoven encima de la cabecera de la cama y reflexioné sobre nuestro genio. Beethoven había compuesto su mejor música para su "Amada inmortal". La identidad de ella siguió siendo para mí tan misteriosa como lo era la de La Otra. Beethoven entendía mi profunda soledad y congoja. Su sordera inspiraba pensamientos visionarios, desconocidos a los mortales. Mi sordera era voluntaria. Eso, a Beethoven le gustaba. A menudo, antes de salir a espiar ventanas, escuchaba la sonata "Hammerklavier". Más que condenarla, Beethoven aprobaba esa práctica mía de voyeur. A veces me miraba con el ceño fruncido y movía el dedo. No me dijo nunca del todo que creciera de una vez y sacara la cabeza del culo.
 Cuando sus padres se divorciaron, James se mudó con su madre, pero las cosas no funcionaban. No se entendían, y él la deseaba. En plena transición hormonal un libro le da el tono de lo que podría hacer, un libro regalado por la madre sobre magos. Entonces realiza una maldición. Al cabo, debe mudarse con su padre, lleno de odio hacia esa mujer. A solo tres meses su madre es asesinada. La vida de Ellroy puede ser contada desde sus libros (no toda). Pero en A la caza de la mujer muestra su obsesión por las mujeres, por observarlas, por conversar con ellas en la oscuridad, por hacerse una imagen mental. Por eso Beethoven tiene su lugar aparte, en esa fantasía única de la "amada inmortal".

Beethoven era el único artista de la historia que rivalizaba con el desconocido e inédito Ellroy. Era un colega que cavilaba, se hurgaba la nariz y se rascaba las pelotas como yo. Deseaba a las mujeres en silenciosa soledad. Tenía el alma a un volumen comparable a los decibelios de mis aullidos. Tú y yo, chico: Ella, la Amada Inmortal / La Otra. Conjunción, comunión, consagración y la culminación de la plenitud. Cuando dos almas se unían, la especie humana avanzaba y todas las alamas se salvaban. La fusión sagrada del arte y el sexo para tocar a Dios. 
Aquellas mujeres no habrían podido leerme el corazón. Mi corazón las habría horrorizado.
Quiero colarme poco a poco dentro de ti y ofrecerte el mismo consuelo. Tápame los oídos. Yo haré lo mismo contigo. El grito del mundo es insoportable y solo nosotros sabemos qué significa. 
Ellroy y toda su descripción. Monumental legado de un musical trastorno: las mujeres, la mujer, La Otra, Ellas. Ella. 
 


 

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