domingo, 27 de octubre de 2013

¡Cuidado con la música! XXXIV

Sobre la voz

Claro que sobre la voz podría decirse muchas cosas en psicoanálisis; mucho de ello se modula en la noción de canto que vamos barajando con Nietzsche y su Zaratustra. Es que hay un costado de la voz que no responde al significante, por eso es además un objeto (un objeto a).
Hay de la voz que queda, el sonido, lo que se modula, la fonética y, sin embargo, el sinsentido, o la ausencia del mismo. 

Fridman, en la compilación de su fabuloso libro Esto lo estoy tocando mañana, comenta:

La voz que resuena en lo real, como lo que surge de ese vacío del Otro, no reclama ser oída, sino obediencia o convicción, por lo tanto -aclara Lacan-, se sitúa en relación a la palabra y no a la música.
Ustedes ven que aquí podemos ver dos estatutos de la voz: este que presentamos, más ligada a la palabra, cuya síntesis tan bien pudo captar Luciano Lutereau en la contratapa de mi novela La voz en off, dedicada principalmente a la voz. Luciano (como en eco con lo que puntúa Fridman) afirma: 

la voz no puede decirse. Sin embargo, es lo que fundamenta el acto de decir. La voz está siempre en off.
La palabra misma lo indica, una voz requiere "obediencia" (ob-audire). Dicho de otro modo, la voz es el imperativo de toda respuesta; pero, ¿a qué responder? A la voz misma.
Sin embargo está el aspecto sonoro (como destacaba al principio), que lo encontramos en el ejemplo del Shofar, como la voz de Dios. Y, nuevamente aquí, aunque sea un sonido, tiene el estatuto de un significante, porque tiene esa relación a la palabra que constituye el pacto: ese sonido se enlaza a la ley.
          ¿Es que nunca nos desprenderemos de la voz, como correlato del Otro, de lo simbólico? ¿Es que su aspecto sonoro será determinado siempre por el registro del Otro?
           La particularidad de este objeto es que no puede ser desoída, de ahí su súbita relación con toda demanda. Pero la voz resuena, y resuena en un cuerpo. Resuena en un cuerpo porque hay del goce que no se enlaza a las palabras, y cuyo último estatuto es fundar un decir. La voz, la voz que está en off, no es otro que una escritura que no proviene del significante. Es la inscripción necesaria de lalengua, y, por lo mismo, ya no es la voz. 
           
            Quisiera entonces proponer un cuento de mi cosecha, para metaforizar la voz (la voz humana), pues es ella la que se liga al Otro, la que constituye la certeza de Dios, y la que, sin saberse cómo, determina toda herencia. 


 
 
 

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