Así
habló Zaratustra V. Eterno retorno II
El
convaleciente
Viene el pensamiento de la
profundidad, Zaratustra despierta, como un loco, quiere prestarle su
voz. Lo escucha y cae como muerto. Lo que sigue es una mixtura de
Dios y el hombre (porque pasan siete días, porque está implicada la
manzana), o también, el mito del génesis visto desde ésta óptica:
cuando Dios muere nace el hombre; o el mundo nace para el hombre; o,
el hombre descubre un mundo [luego veremos todo esto en la próxima
entrega].
“Tomó
en la mano una manzana rosa, la olió y encontró agradable su olor”.
Antes de confesarse su
profundo pensamiento reconoce lo que sirve medicina: las cosas del
mundo. Pero también, las palabras y sus sonidos, el parloteo, el bla
bla bla. La medicina como un entontecimiento.
“Qué
agradable es que existan palabras y sonidos: ¿palabras y sonidos no
son acaso arco iris y puentes ilusorios tendidos entre lo
enternamente separado?”
Lo
eternamente separado. Lo eternamente separado. Una vez más, lo
eternamente separado. Empiecen a escuchar aquí un primer esbozo del
eterno
retorno.
¿Se entiende? Está “eternamente separado”. Oidos analíticos,
ahora para ustedes: eternamente disyuntos... los tres registros que
conforman la realidad humana (Real, Simbólico, Imaginario). Se
repite este eternamente separado. ¿Hay manera de unirlo? ¡Pues
claro! Las cosas del mundo (objetos), las palabras y sus sonidos, las
ilusiones. ¿Lo digo más fina y cruelmente a la vez?
“A
cada alma le pertenece un mundo distinto [cuando atendemos un
paciente, su historia, su singular modo de gozar, pero también todas
sus ilusiones, lazos, ideologías, sus creencias, son su mundo, y
luego, viene otro paciente y hallamos un mundo distinto, y luego otro
y otro. En cada paciente, con su mundo, nosotros como analistas
habitamos, entonces, dejamos el nuestro de lado. Quizás ahora se
entienda un poco distinta la enseñanza de El
principito];
para cada alma es toda otra alma un trasmundo”. [Y esa alma se
nutre y expresa con palabras, con el habla, y allí hay una ilusión.
Ilusión en el habla, en los nombres de las cosas, en el baile de la
palabra].
Entonces hablan los
animales de Zaratustra y le dicen su pensamiento:
“Todas
las cosas mismas bailan para quienes piensan como nosotros: vienen y
se tienden la mano, y ríen, y huyen, y vuelven. Todo va, todo
vuelve; eternamente rueda la rueda del ser. Todo muere, todo vuelve a
florecer, eternamente corre el año del ser”.
Pero
eso que dicen, si bien dice algo del Eterno
retorno,
lo dice para el ser. Es que el eterno retorno aplicado al ser es como
un fraude, una música de organillero; alguien tiene el manubrio y la
hace girar.
Ya no es decir, hablar,
sino cantar, pero... “Cantar es, en efecto, cosa de convalecientes”
le dicen sus animales, porque Zaratustra se acordó de su enfermedad:
los hombres de fe (sacerdotes); los hombres de la iglesia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario