lunes, 12 de agosto de 2013

¡Cuidado con la música! XXIII


Así habló Zaratustra V. Eterno retorno II

El convaleciente

Viene el pensamiento de la profundidad, Zaratustra despierta, como un loco, quiere prestarle su voz. Lo escucha y cae como muerto. Lo que sigue es una mixtura de Dios y el hombre (porque pasan siete días, porque está implicada la manzana), o también, el mito del génesis visto desde ésta óptica: cuando Dios muere nace el hombre; o el mundo nace para el hombre; o, el hombre descubre un mundo [luego veremos todo esto en la próxima entrega].

“Tomó en la mano una manzana rosa, la olió y encontró agradable su olor”.

Antes de confesarse su profundo pensamiento reconoce lo que sirve medicina: las cosas del mundo. Pero también, las palabras y sus sonidos, el parloteo, el bla bla bla. La medicina como un entontecimiento.

“Qué agradable es que existan palabras y sonidos: ¿palabras y sonidos no son acaso arco iris y puentes ilusorios tendidos entre lo enternamente separado?”

Lo eternamente separado. Lo eternamente separado. Una vez más, lo eternamente separado. Empiecen a escuchar aquí un primer esbozo del eterno retorno. ¿Se entiende? Está “eternamente separado”. Oidos analíticos, ahora para ustedes: eternamente disyuntos... los tres registros que conforman la realidad humana (Real, Simbólico, Imaginario). Se repite este eternamente separado. ¿Hay manera de unirlo? ¡Pues claro! Las cosas del mundo (objetos), las palabras y sus sonidos, las ilusiones. ¿Lo digo más fina y cruelmente a la vez?

“A cada alma le pertenece un mundo distinto [cuando atendemos un paciente, su historia, su singular modo de gozar, pero también todas sus ilusiones, lazos, ideologías, sus creencias, son su mundo, y luego, viene otro paciente y hallamos un mundo distinto, y luego otro y otro. En cada paciente, con su mundo, nosotros como analistas habitamos, entonces, dejamos el nuestro de lado. Quizás ahora se entienda un poco distinta la enseñanza de El principito]; para cada alma es toda otra alma un trasmundo”. [Y esa alma se nutre y expresa con palabras, con el habla, y allí hay una ilusión. Ilusión en el habla, en los nombres de las cosas, en el baile de la palabra].
Entonces hablan los animales de Zaratustra y le dicen su pensamiento:

“Todas las cosas mismas bailan para quienes piensan como nosotros: vienen y se tienden la mano, y ríen, y huyen, y vuelven. Todo va, todo vuelve; eternamente rueda la rueda del ser. Todo muere, todo vuelve a florecer, eternamente corre el año del ser”.

Pero eso que dicen, si bien dice algo del Eterno retorno, lo dice para el ser. Es que el eterno retorno aplicado al ser es como un fraude, una música de organillero; alguien tiene el manubrio y la hace girar.
Ya no es decir, hablar, sino cantar, pero... “Cantar es, en efecto, cosa de convalecientes” le dicen sus animales, porque Zaratustra se acordó de su enfermedad: los hombres de fe (sacerdotes); los hombres de la iglesia.


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